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“A la izquierda de Nuestra Señora y un poco más alto, vimos a un Ángel con una espada de fuego en su mano izquierda; destellando, despedía llamas que parecían como si fueran a incendiar el mundo… señalando a la tierra con su mano derecha, el Ángel gritó en voz alta: “¡Penitencia, Penitencia, Penitencia!”